En Fausto, el magistral Johann Wolfgang von Goethe narra la historia de un doctor –cuyo nombre lleva el título de la obra–, quien se encuentra hastiado de los conocimientos que le proporciona la ciencia y diversas disciplinas como la filosofía y la teología. Se reconoce como un sabio, mejor y más instruido que cualquiera, sin embargo ha caído en un pozo profundo de desasosiego, en una especie de abulia y desdén frente a su vida intelectual. Él ya no desea saber más, sólo busca cómo saciar su sed de placer, y se dispone a abordar la magia y el espiritismo. Es aquí cuando, involuntariamente, invoca a Mefistófeles, conocido como el diablo en el folclore alemán, y por azares del destino, lo guarda como su prisionero. Promete dejarlo en libertad siempre y cuando Mefistófeles cumpla todos sus deseos mientras Fausto se encuentre vivo en la Tierra, a cambio de su propia alma, la cual pasará a los dominios del diablo cuando el doctor muera. A partir de este momento, Fausto irá en busca de nuevas sensaciones y experimentará una atracción apasionada hacia una joven llamada Margarita, a quien cortejará durante un tiempo gracias a las artimañas del diablo, el cual hubo de proporcionarle joyas sin que ella pudiera saber de quién era tal obsequio. Margarita había caído en una penosa trampa donde pecó de vanidosa. En adelante, el destino de la joven y de Fausto se verá marcado por la tragedia.
En la segunda parte destaca la participación de Helena de Troya, comprendida como la mujer más hermosa de todas, de quien Fausto cae irremediablemente enamorado y va en busca de ella hacia lugares insospechados.
No voy a narrar el final, sólo diré que Fausto constituye una de las obras más monumentales que haya leído. Es tan compleja como las alas de una mariposa que aletea solitaria en alguna pradera. Esta obra teatral está escrita con el fuego de un genio. Hace referencias a personajes de la mitología griega y a entes abstractos como la Prudencia o la Inquietud. También intervienen grandes filósofos de la antigüedad como Thales y Anaxágoras. Asimismo, hacen su aparición los ángeles de Dios. La carga filosófica de dicho libro es abrumadora. ¿Llegaremos algún día, como raza humana, a experimentar tal hastío por el conocimiento? No imagino un estado así para mi mente, y es ahora cuando recuerdo un sueño que tuve, donde mi rostro era más grande que el mar entero, mi sed insaciable, y bebía de todos los océanos eternamente.
© Karina Luz
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